Adentro
 





2005 – “Adentro”
Para bien o para mal.
De vez en mes.
Para que me quieras como quiero.
Pingüinos en la cama.
Iluso.
Adiós melancolía.
Mojado.
Acompáñame a estar solo.
No me importa nada.
Laura.
No te cambio por nada.
Pa´que.
Ya no me acuerdo de ti.
A ti.
Bar.
 
 


El cielo era más bien azul, según me contaron. El enorme Jocote en el parque de Jocotenango (tierra del jocote en lengua) no sospechaba que en el perfil derecho de su desacomodada estampa le iban a colocar una
calle que años más tarde se llamaría como yo. Mi madre atendida por doña María, una comadrona insalubre y fumadora vecina del barrio se dió a la tarea de improvisar la manera de provocar el parto a la mayor
brevedad y con las menores complicaciones. Cabe mencionar que yo soy hijo de ese ineficaz método del ritmo y que mis padres estaban ya conformados con la presencia de mis dos hermanas. Lo cierto es que aparecí y que no quedaba de otra que hacer lo que se supone que se debe de hacer con el nacimiento de alguien con el que compartes sangre.
6 años después ya con guitarra en mano y a la fuerza, amenizaba las fiestas familiares con el odio pertinente que corresponde a los que les gusta mucho más la calle y su recreo que estar jugando al artista frente
a tías que pedían siempre la misma canción. Mal haría en mencionar las cosas que le corresponderán al subconsciente con su respectiva ego teca que me fueron pasando con guitarra en mano y que me hicieron recorrer cientos de concursos estudiantiles y luego docenas de estudios de grabación en este rosario de discos que me niego a contar en números por no darle oportunidad a que el tiempo me haga lucir más viejo de lo
que realmente soy. Cierto es que a pesar del odio con el que vi nacer este oficio, se fue transformando en el medio justo para acercarme a los demás y sacarle la lengua a la cabrona timidez que me heredo no se
quien y que nunca me sirvió para nada mas que no fuera encerrarme en un cuarto a escribir todas las cosas que quería decir y no me atrevía.
Hoy sigo con guitarra en mano, estoy menos flaco que antes. Y me acostumbré a los aires acondicionados y a los hoteles de 5 estrellas que nunca fueron más divertidos que los cuartuchos por los que anduve durante toda mi adolescencia. El camino andado, que fue mucho, me trajo hasta este disco titulado ADENTRO que es lo que me hace caminar con la frente rozando el cielo por las calles por donde me toque transitar. Esta puesto allí, todo lo que quería, lo que tenía, sin mencionar lo que no tenía y no quería tanto y que también están incluidos. Estoy yo retratado en algunas, caricaturizado en otras, ridiculizado, sobrevaluado, y ¿por qué no? mejorado para ganarle la batalla a la realidad por lo menos en mi tarea de autor. Hablar de las canciones sería una terrible falta de respeto al sentido común y a la posibilidad que tendrá la gente de escucharlo para darle ellos el valor que realmente les corresponde. Yo me llamo Ricardo Arjona, soy cantante y compositor, lo que tenía que
decir de mi ya lo dije y lo que me falta esta puesto en este disco ADENTRO.



Tengo dos sueños
sin dueño,
una disculpa
por culpa,
y un malestar
por estar.
¿Tienes el remedio
del Tedio?”

“Por culpa de la idea de un ingeniero amigo y de unos planos que nunca entendí. Mi vida de autor cambió, para bien o para mal, los últimos meses de mi vida.

Él y un arquitecto se metieron en casa con un batallón de destructores constructores. Léase albañiles, maestros de obra, etc. Todos bien intencionados pero con la idea precisa de demoler lo que hasta ese día había sido el estudio donde solía componer, descomponer o finalizar la mayoría de mis canciones.

En menos de tres días botaron todo. Sí, ladrillo por ladrillo, hasta quedarme con un terreno baldío, cementerio de musas que por tímidas nunca llegaron a pertenecer a ninguna canción.

Aquel lugar perfectamente desordenado no existía más, y no sabía bien por qué. Lo que duró unos días en desaparecer, tardó casi un año en convertirse en una nave espacial equipada al mejor estilo minimalista y con toda la tecnología de punta que supuestamente se merece un autor que vino de menos a más para orgullo de su madre y desgracia de sí mismo.

Lo que fue un mueble apolillado que compré en Puebla hace algunos años y al que me acostumbré como parte de mi cuerpo, hoy es un escritorio diseñado exclusivamente para intentar un lugar agradable donde yo pueda escribir como lo hice.

La consola de sonido es lo último en el mercado, y los dimers de luz suben y bajan la intensidad según yo quiera. Tengo una chimenea tan aburrida como artificial que se prende a control remoto, y un extractor de humo para que el puro que me fumo se esfume sin dejar rastro de olor o huella.

La silla, deberían de ver la silla, es cómoda en todas posiciones y protege mi espalda de lesiones provocadas por el exceso de estar soñando.

Hay velas por todos lados y un río artificial en la entrada, diseñado al más puro etilo feng sui para que las vibraciones fluyan de tal manera que yo pueda escribir el clásico que algunos esperan.

Después de tres meses sentado en esa silla aerodinámica mi espalda estaba intacta, el ambiente era óptimo, pero había escrito ni un puto verso que me moviera la emoción. Será quizás porque no hay nada como la mala vida para este oficio extraño de autor.

Un buen día, cargado de los fantasmas que se le asoman al compositor después de semanas sin escribir algo que se le parezca al cielo, encontré la solución, justo un jueves. Imagínase usted, alquilé el cuarto de un motel cualquiera, con alberca climatizada, cama motorizada, sí, motorizada, pulsa usted un botón y se mueve como si se tratara de un terremoto erótico que conduce a los misterios de los curiosos que buscan en el sexo los restos del amor que les hace falta.

Sin más compañía que la guitarra y acostado en la cama circular, escogí la vibración intermedia que hizo que casi me cayera de la cama. La apagué de inmediato y me concentré en intentar la posibilidad de ver si el pasado de aquel sitio de paso y manchado de miles de historias de amor, horror y dicha, me regalaba la frase que busqué sin encontrar en mi estudio del futuro.

Salí 3 horas después con un borrador de algo que empezaba diciendo ERA UN JUEVES GRIS, LLOVÍA. Y era un jueves y también llovía. Supe que la mejor manera de empezar este nuevo intento de compilar historia y melodías, era escribir en cualquier lugar menos donde se suponía que debía de hacerlo.

Mi estudio nuevo es una mierda, bonito, pero una mierda. Y por culpa de la solemnidad, el buen gusto y toda esa tecnología puesta ahí, me descubrí escribiendo canciones en cualquier parte. Baños públicos, aviones, cafés, parques infantiles, bares, restaurantes y donde se pudiera. Donde se pudiera. Bolsas para vomitar en los aviones, pases de abordar, facturas abandonadas, papeles que se dejaran rayar o esos tan escasos espacios en blanco que dejan los periódicos.

Lo cierto fue que todo era mejor que el platillo volador que me fabricaron.

Tuve 123 razones para no escribir. Pero me quedó una para hacerlo y me alcanzó para este disco. Las 123 fueron ajenas y la única fue y es sólo mía. No me la quita ni la alegría, ni las fiestas, ni la melancolía, ni el vestido ceñido de nadie, ni el escote de ninguna, ni la película más sorprendente, ni el estrés, la angustia o la felicidad. Tengo una razón para escribir y basta.

Usted se llama así, como se llama, usted no lo escogió y yo no lo conozco, pero esta compilación es lo mejor que este mortal pudo escribir hasta este día. Y me siento orgulloso de lo hecho”.

(RICARDO ARJONA)




 
   
 
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